viernes, 12 de octubre de 2012

Nairobi, Kenia



Tres noches: del 12 al 15 de septiembre de 2012

La duración del vuelo de British Airways (y el primero de nuestro billete RTW) fue de unas 8 horas. Conocimos a un chico llamado Mark de Kenya, era muy simpático y nos recomendó que visitaramos Kilifi (en la costa cerca de Mombasa) y Nakuru (un parque). Mark vive en EEUU estudiando en una universidad americana y tenia 2 años que no iba a su país, pero iba para pedirle a su novia que se casara con el. Nadie lo sabia, solo nosotros. La verdad que hicimos buenas migas, estuvimos la mitad del vuelo conversando y la otra mitad viendo películas. Es decir que las 8 horas y pico de vuelo nos paso muy rápido.
Cuando llegamos al aeropuerto de Nairobi, pasamos el control policial, pagamos los visados (50 dolares cada uno) y le enviamos un mensajito a Sam (lo conocimos por Coachsurfing). Nos respondio que le había pillado trafico y que estaría allí en un rato a recogernos. Aparecio con un cartel y con una sonrisa amplia. Nos dio un fuerte abrazo y era como si lo conociéramos desde siempre. Nos fuimos a su casa, que esta en Kayole, un barrio humilde de las afueras de la ciudad. Nos recibió su madre, Jacinta con un chai (asi llaman al te con leche flojito que beben mucho alli) y Sam nos dejo su habitación. Al dia siguiente cogimos un matatu al centro, dimos una vuelta por el Uhuru Park (Parque Libertad), cambiamos dinero, enviamos algunos email y comimos cosas típicas keniatas (probamos el ugali (parecido a la masa de las arepas venezolanas hecha a base de maíz molido) el pilau (arroz con especies, sobretodo canela y jengibre) Kiku (pollo) y ternera. Sam comio pescado y le gustaba mucho un refresco de mango que se llamaba Picana.
Al dia siguiente, fuimos a la escuela donde Sam es voluntario. La maestra nos conto muchas de las cosas que pasaban allí y que suceden en la mayoría de los pueblos africanos. Por ejemplo antes en Kayole tenían una escuela mas grande donde habían unos 40 niños pero como no podían pagarla tuvieron que mudarse a una mas pequeña, donde los padres solo enviaban a algunos pocos porque no tenían dinero (el sueldo medio mensual en Kayole es de 400 chelines, unos 4€) y en muchas de esas familias numerosas, solo algunos niños pueden estudiar, lo que es prácticamente una tragedia tomando en cuenta que en Kenya es imprescindible el ingles para conseguir cualquier trabajo. Les llevamos unos bolis a la maestra y dulces, panes y refrescos a los niños y esa fue en algunos casos, la única comida del dia. Habia algunos niños descalzos y otros sentados en botes grandes en vez de sillas. No tenían material escolar ni uniformes (todos los niños que van al colegio en Kenya deben llevar uniforme). Y eran todos muy educados, obedientes y guapos. La maestra hablaba con amor y preocupación y su voz era suave y paciente. Muchas veces respiraba profundo porque callaba algunas cosas que ya sabíamos porque nos las había contado Sam. El corazón se nos partia a medida que jugábamos con los nños, teníamos una especie de doble sentimiento: alegría por reir y jugar con ellos y tristeza porque no entendemos por que el mundo esta tan mal repartido. Les enseñamos algunas palabras en español y les mostramos donde estaba Canarias (Sam trajo un mapamundi). Les enseñamos 2 canciones infantiles y ellos nos devolvían tantas risas infantiles, bailando y jugando con nosotros. Nos miraban con alegría y curiosidad. Estaban muy contentos de conocermos. Son un verdadero ejemplo de como en la vida la mayoría de las cosas materiales que creemos tan importantes y vitales son realmente superficiales y como nos ahogamos en un vaso de agua mientras hay monton de gente que esta contenta a pesar de que tienen tan poco.
Mientras caminábamos por las calles de Kayole, algunos niños nos decían Hello! Y algunos otros decían Mzungu! (blanquitos) con cara de alegría, Una mujer le dice a Ale que coja a la niña que tiene en brazos, y esta se echa a llorar porque tenia miedo ya que era la primera vez que veía un mzungu (blanco) y tenia miedo de mirar a Ale a los ojos, después con juegos y cosquillas ya no lloro mas, sino finalmente sonreía.
Por la tarde cogimos un matatu (guagua pequeña que van a toda velocidad con música a todo volumen) a las Bomas, una especie de parque cultural donde se pueden ver danzas, vestimentas, viviendas y arte africano. Pasamos una tarde muy chula con Sam. Nos trataba como si fuera un hermano, es un solete. Nos encanto quedarnos en su casa con su familia.
Al dia siguiente, Sam nos llevo al centro y nos ayudo a reservar guagua para ir a Mombasa. Nuestra siguiente parada. La despedida fue bastante emotiva, ya luego caminando por Mombasa echábamos de menos a Sam, sus bromas llenas de sana inteligencia y su mirada despierta y transparente.

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